A orillas del puerto de Alcudia, donde las aguas del Mediterráneo se mezclan con los vestigios industriales del siglo XX, se alza todavía —aunque silenciosa— la monumental silueta de la Central Térmica de Alcudia. Con sus chimeneas esbeltas y sus volúmenes geométricos perfectamente modulados, esta estructura parece más un templo moderno que una simple instalación industrial. Inaugurada en 1957, fue la primera gran infraestructura energética de Mallorca, destinada a responder a las crecientes necesidades de electricidad de una isla que, tras la posguerra, comenzaba a modernizarse y a abrirse al turismo masivo.
El proyecto fue encargado al arquitecto Ramón Vázquez Molezún, una de las figuras más destacadas de la arquitectura española del siglo XX, cuya visión supo trascender los límites de la ingeniería para dotar a esta central de una estética poderosa y casi mística. La Central Térmica de Alcudia no solo generaba energía, sino también un nuevo paisaje, integrando funcionalidad y monumentalidad como pocas veces se ha visto en infraestructuras de este tipo.
Sin embargo, los tiempos cambian. La central dejó de funcionar en 2006 y, desde entonces, ha quedado atrapada en un limbo legal y patrimonial, víctima del olvido institucional y de la falta de un plan claro para su conservación o reutilización. Sus muros, antes símbolo de progreso, hoy están carcomidos por la sal y el abandono. Su historia oscila entre la gloria técnica de su nacimiento y la melancolía de su presente, como una catedral energética abandonada a su suerte.
Génesis de la energía moderna en Mallorca
Un proyecto del INI para una isla sin electricidad
A mediados del siglo XX, Mallorca vivía un proceso de transformación social y económica que chocaba con una dura realidad: la precariedad del suministro eléctrico. La escasa energía disponible procedía de pequeñas instalaciones locales, insuficientes para impulsar el crecimiento del turismo, la industria o la calidad de vida de los habitantes. Fue en ese contexto que el Instituto Nacional de Industria (INI), brazo ejecutor del Estado franquista para la modernización del país, emprendió un ambicioso proyecto para dotar a la isla de una infraestructura energética estable y potente.
La elección del Puerto de Alcudia
La ubicación de la central no fue fruto del azar. El Puerto de Alcudia ofrecía condiciones logísticas estratégicas: contaba con instalaciones portuarias adecuadas para recibir grandes cargamentos de combustible y se situaba a escasa distancia de los yacimientos de lignito mallorquines, un carbón de baja calidad pero accesible y abundante en la zona. Estas ventajas facilitaron tanto la construcción como el posterior abastecimiento de la central térmica.
Una obra clave entre 1955 y 1958
Las obras comenzaron en 1955 y se prolongaron hasta 1958, aunque la planta se inauguró oficialmente en 1957. Se trató de un proyecto pionero en el contexto insular español: una central térmica de gran escala, capaz de transformar la red eléctrica mallorquina y convertirse en el corazón energético de la isla.
La primera energía estable para toda la isla
La puesta en marcha de la central supuso un antes y un después para Mallorca. Por primera vez, toda la isla accedía a un suministro eléctrico estable y continuo, lo que sentó las bases para el desarrollo turístico, el crecimiento urbano y la industrialización moderada del territorio. A partir de ese momento, la electricidad dejó de ser un lujo limitado a núcleos urbanos para convertirse en un derecho accesible a cada rincón de Mallorca.

Arquitectura industrial con firma modernista
La visión de Ramón Vázquez Molezún
Detrás de la central térmica del Puerto de Alcudia no solo hubo ingeniería energética, sino también una apuesta arquitectónica de gran valor. El responsable fue Ramón Vázquez Molezún, una de las figuras más destacadas de la arquitectura española del siglo XX, vinculado a la corriente moderna y al lenguaje vanguardista del Movimiento Internacional. Su intervención convirtió una infraestructura industrial en una obra con entidad propia, donde forma y función dialogaban con sensibilidad estética y técnica.
Una estructura pensada desde lo esencial
La central se diseñó sobre una base robusta de hormigón armado, con muros de cerramiento en ladrillo y una imponente armadura metálica que sostenía la cubierta. Esta combinación de materiales no era casual: aportaba estabilidad, resistencia al clima marino y agilidad constructiva, además de permitir una volumetría generosa para albergar las enormes instalaciones necesarias. El conjunto se organizaba con lógica funcional, pero sin renunciar al orden geométrico y al ritmo visual que caracterizaban la arquitectura moderna.
Detalles que definen una estética
Lo que realmente distinguía el diseño de Vázquez Molezún eran los detalles:
- Escaleras exteriores de trazo limpio, que recorrían las fachadas como elementos escultóricos y funcionales.
- Celosías prefabricadas, que modulaban la luz y aportaban textura a las superficies, jugando con la sombra y la ventilación.
- Una gran marquesina, que coronaba la fachada principal y generaba un umbral simbólico de entrada a la era industrial de Mallorca.
- La cinta transportadora de carbón, visible desde el exterior, marcaba un eje visual y operativo que conectaba directamente el puerto con el interior de la central.
Estos elementos, lejos de ser meras soluciones técnicas, dotaban al edificio de una identidad visual potente, casi monumental, en sintonía con los valores de progreso y modernidad que encarnaba el proyecto.
Funcionalidad y belleza al servicio del desarrollo
El conjunto proyectado por Vázquez Molezún no solo respondía a las necesidades técnicas de una central térmica, sino que se integraba en el paisaje con respeto y carácter. Su lenguaje sobrio pero expresivo se convirtió en un hito de la arquitectura industrial en entornos insulares. Era un ejemplo claro de cómo la arquitectura podía dignificar lo funcional, transformando una infraestructura en patrimonio.

Un conjunto autosuficiente: energía y vida
La central como colonia industrial
Más allá de su papel como infraestructura energética, la central térmica del Puerto de Alcudia fue concebida como una verdadera colonia industrial. Siguiendo un modelo habitual en la Europa de mediados del siglo XX, se diseñó un conjunto funcional que no solo albergaba la maquinaria de producción, sino que también creaba un entorno de vida para los trabajadores y sus familias. Esto respondía a una lógica de eficiencia, control social y cohesión en torno al proyecto industrial del Estado.
Un complejo completo y planificado
El recinto se organizaba en tres grandes zonas interrelacionadas:
- Zona productiva, que concentraba la sala de turbinas, calderas, silos de carbón, cinta transportadora y sistemas de refrigeración. Este núcleo técnico era el corazón de la central, donde se transformaba el lignito en energía eléctrica.
- Área logística, con muelles de descarga, talleres, almacenes y accesos internos. Su cercanía al puerto permitía recibir el combustible y los materiales necesarios con rapidez, mientras que su diseño optimizaba el flujo de trabajo interno.
- Espacios residenciales y sociales, que incluían viviendas para operarios y técnicos, zonas ajardinadas, escuela, comedor e instalaciones comunes. Este planteamiento respondía a la visión paternalista del franquismo industrial, donde el trabajo y la vida cotidiana se desarrollaban en un mismo entorno físico controlado.
En conjunto, la central no era solo un lugar de producción: era un ecosistema funcional donde la energía fluía tanto hacia las máquinas como hacia la comunidad humana que las gestionaba.
Ampliación en 1961: más potencia, más protagonismo
Debido al crecimiento económico y demográfico de Mallorca, la demanda de electricidad no tardó en superar la capacidad inicial de la central. Por ello, en 1961 se llevó a cabo una ampliación importante: se incorporaron nuevos grupos de generación que aumentaron la potencia instalada y mejoraron la eficiencia del conjunto. Esta fase consolidó a la planta como un pilar fundamental del desarrollo insular durante el “desarrollismo” franquista.
De protagonista a relevo: el final operativo en 1982
La central térmica del Puerto de Alcudia permaneció activa hasta 1982, cuando fue sustituida por una nueva infraestructura: la central térmica de Es Murterar, equipada con tecnología más moderna y adaptada a las nuevas normativas medioambientales. A partir de entonces, el antiguo complejo cayó en desuso, pero su huella siguió viva en la memoria colectiva y en el paisaje arquitectónico del puerto.
Año | Evento | Descripción |
---|---|---|
1955 | Inicio de construcción | Comienzan las obras impulsadas por el Instituto Nacional de Industria (INI), con el objetivo de electrificar la isla de Mallorca. |
1957 | Inauguración oficial | Entra en funcionamiento la primera fase de la central. Se convierte en la primera infraestructura capaz de suministrar energía estable a toda la isla. |
1958 | Finalización de obras iniciales | Se completan los trabajos de construcción y puesta en marcha total del complejo original. |
1961 | Ampliación de potencia | Se incorporan nuevos grupos generadores y mejoras técnicas para responder al crecimiento económico y demográfico de Mallorca. |
1965–1975 | Etapa de máximo rendimiento | La central opera a pleno rendimiento, abasteciendo a la mayoría de núcleos urbanos, industriales y turísticos emergentes de la isla. |
1976–1980 | Inicio de la obsolescencia | La planta comienza a mostrar limitaciones técnicas frente a las nuevas demandas energéticas y normativas medioambientales más estrictas. |
1982 | Cese de actividad operativa | Se desactiva la central y se traslada la producción energética a la nueva central térmica de Es Murterar, situada también en Alcudia. Comienza el proceso de abandono del complejo original. |
Del icono industrial al proyecto cultural inconcluso
El museo que nunca fue
Tras su clausura en 1982, la antigua central térmica del Puerto de Alcudia permaneció durante décadas como un imponente testimonio del pasado industrial de Mallorca. Su silueta, visible desde el mar y desde buena parte del norte de la isla, evocaba una época de progreso técnico y esfuerzo colectivo. Con el paso del tiempo, esta mole de hormigón y acero, firmada por Ramón Vázquez Molezún, comenzó a ser valorada no solo por su historia energética, sino también por su potencial cultural y patrimonial.
Fue en este contexto que en 2007 el Consell de Mallorca lanzó un concurso público de ideas con una propuesta ambiciosa: transformar el complejo industrial en un gran museo de ciencia, técnica y arte contemporáneo. El proyecto planteaba una reconversión integral del espacio, manteniendo el carácter monumental del conjunto pero otorgándole una nueva vida al servicio de la sociedad y la cultura.
Un centro multidisciplinar para el siglo XXI
El plan contemplaba un enfoque multidisciplinar, con la intención de que el antiguo centro de producción se convirtiera en un espacio de creación, aprendizaje y difusión. Entre los elementos previstos destacaban:
- Talleres pedagógicos y científicos, para acercar la energía y la técnica a las nuevas generaciones.
- Una biblioteca especializada, centrada en patrimonio industrial, ingeniería, sostenibilidad y arte.
- Un auditorio polivalente, pensado para albergar conferencias, proyecciones y actividades culturales.
- Un centro de creación artística, que ofreciera residencias a artistas contemporáneos y fomentara el diálogo entre arte y ciencia.
- Además, se preveía conservar partes del circuito técnico original, como salas de turbinas o calderas, para que funcionaran como espacios expositivos inmersivos.
El objetivo era resignificar el lugar, manteniendo su memoria industrial pero abriéndolo a nuevos usos contemporáneos, con un fuerte vínculo territorial y educativo.
Un sueño frustrado… y dos chimeneas en pie
A pesar del entusiasmo inicial, el proyecto nunca llegó a materializarse. La crisis económica de 2008, sumada a la complejidad técnica y jurídica del proceso de transformación, paralizó cualquier avance. Con el tiempo, el recinto cayó nuevamente en el olvido institucional, víctima de la desidia y la falta de voluntad política.
Hoy, los únicos elementos legalmente protegidos son las dos chimeneas, declaradas Bien Catalogado por el Consell. El resto del conjunto permanece abandonado, a merced del deterioro y del tiempo, como una promesa incumplida de reconversión cultural.

Presente incierto: ruina, espera y memoria
La estética de lo inacabado
Hoy, la antigua central térmica del Puerto de Alcudia sobrevive en un estado intermedio entre la estructura y la ruina, entre el pasado glorioso y un futuro que no termina de llegar. Su silueta oxidada, sus muros abiertos al viento, y las cicatrices del tiempo han convertido el lugar en una especie de escenario suspendido, con una fuerte carga estética y simbólica. Este estado de abandono ha alimentado en algunos sectores una nueva mirada: la del arte y la cultura que encuentran belleza en lo inacabado, en lo imperfecto, en el relato del declive.
El concepto de “ruina industrial” no es nuevo: en países como Alemania, Reino Unido o Estados Unidos, numerosos espacios fabriles y energéticos han sido resignificados como recurso expositivo, donde el desgaste y la huella del tiempo se convierten en parte del discurso artístico y patrimonial. En ese sentido, la central podría formar parte de esa tendencia que no busca restaurar como nuevo, sino conservar la verdad de lo vivido, como testigo del pasado.
Paralización por falta de financiación
Sin embargo, más allá de las visiones poéticas, la realidad es tozuda. El ambicioso proyecto museístico planteado en 2007 no logró asegurar financiación suficiente, y tras la crisis económica global y la reestructuración de prioridades políticas, el plan quedó paralizado. Desde entonces, ninguna administración ha retomado seriamente la iniciativa, y el complejo carece de inversiones para su mantenimiento, protección o reconversión.
Este abandono no es solo físico, sino también institucional: la falta de acuerdos entre distintas administraciones, la complejidad legal del suelo y el coste de rehabilitación han convertido el lugar en un espacio congelado en la incertidumbre.
Avance del deterioro y pérdida simbólica
El paso del tiempo ha cobrado factura. El deterioro estructural avanza, afectando tanto a elementos constructivos como a los recuerdos que albergaban. Las instalaciones se degradan, se vandalizan, y con cada grieta o colapso parcial se pierde parte del valor simbólico que el edificio aún conserva para quienes lo vivieron, lo construyeron o lo recuerdan como parte de la historia energética de la isla.
Lo que un día fue el motor del desarrollo moderno de Mallorca, hoy corre el riesgo de convertirse en escombros sin relato.
El debate social: ¿rescate cultural o abandono definitivo?
En este contexto crece el debate:
- Para unos, el complejo merece ser rescatado como patrimonio industrial y cultural, una oportunidad única de dotar a Mallorca de un gran centro de interpretación de su memoria energética y arquitectónica.
- Para otros, la dimensión del proyecto y su coste lo convierten en un sueño irrealizable, que consume recursos sin perspectivas claras. En esta visión, la solución pasaría por su desmantelamiento o por dejar que la naturaleza siga su curso.
Lo cierto es que, mientras tanto, el tiempo sigue acumulándose en las paredes de la central. En ellas resuena una pregunta abierta: ¿será el futuro una restauración que dé sentido al pasado, o el silencio definitivo de una ruina olvidada?

Preguntas frecuentes
¿Dónde se encuentra la Central Térmica de Alcudia?
Respuesta: En el Puerto de Alcudia, en la costa norte de Mallorca (Islas Baleares), junto a antiguas zonas mineras y el muelle de atraque.
¿Quién fue Ramón Vázquez Molezún?
Respuesta: Arquitecto español vanguardista, conocido por su obra modernista industrial. En Alcudia plasmó su visión funcional con formas dinámicas y materiales innovadores.
¿Se puede visitar la central?
Respuesta: No está abierta oficialmente al público. El proyecto de rehabilitación como museo está detenido y el recinto se encuentra degradado y cerrado.
Conclusión
La Central Térmica de Alcudia fue más que una central: fue símbolo de modernidad, de arquitectura al servicio de la industria, y de un cambio energético que transformó Mallorca. Hoy, su silencio duele. Pero quizás aún haya tiempo para convertir sus ruinas en relato, su hormigón en memoria y sus chimeneas en faros culturales del futuro.
Alcudia aún tiene un templo energético. Solo necesita que alguien vuelva a encender la luz.